La Vanguardia - Spain
Que una mujer se desnude mientras baila, que se embadurne el cuerpo con leche condensada, que acaricie los genitales de los espectadores y que se introduzca un consolador en la boca, es un espectáculo previsible y lógico de cualquier sala o club de strippers. Que esta escena tenga lugar en un centro penitenciario, y ante 300 reclusos, algunos de ellos condenados por delitos contra la libertad sexual y de violencia de género, no deja de ser, al menos, una extraña sorpresa. Así lo entiende Instituciones Penitenciarias, que ha exigido a la dirección del Centro Penitenciario de Picassent, Valencia, que explique lo sucedido el pasado 2 de enero....
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